Si existe un poeta del siglo XX en el que vida y obra se hermanan sin impostura, éste es Miguel Hernández. Su afición a la lectura, su gusto por los clásicos y la poesía transformaron su contacto con la naturaleza en una fuente inagotable de inspiración, que alimentó sus versos.
La evolución de su obra se divide en cuatro etapas: tras sus primeras composiciones gongorianas y puristas (Perito en lunas), avanza hacia la poesía impura de Neruda y los poetas del 27, para dar expresión al amor y a la crisis vital que lo acompaña (El rayo que no cesa). A comienzos de la guerra civil, su esperanza en la lucha desplaza su poesía hacia el lenguaje llano de la canción popular y la lírica tradicional (Viento del pueblo y El hombre acecha).
Pero sus anhelos fracasan y el cansancio asoma en versos que alcanzan su expresión más madura e íntima, espantado por el espectáculo bélico, herido por la muerte de su hijo y la forzada lejanía de la amada (Cancionero y romancero de ausencias).
Miguel Hernández Gilabert. (Orihuela, Alicante,1910 - Alicante, 1942) nació en una familia humilde, teniendo que abandonar muy pronto la escuela para ponerse a trabajar; aún así desarrolló su capacidad para la poesía gracias a ser un gran lector de la poesía clásica española. Formó parte de la tertulia literaria en Orihuela, donde conoce a Ramón Sijé y establece con él una gran amistad. Desde 1930 comenzó a publicar sus poesías en revistas como El Pueblo de Orihuela o El Día de Alicante. Viajó a Madrid y colaboró en distintas publicaciones, estableciendo relación con los poetas de la época. A su vuelta a Orihuela redactó Perito en Lunas.
Ya establecido en Madrid, trabajó como redactor en el diccionario taurino de Cossío y en las Misiones pedagógicas de Alejandro Casona; colaboró además en importantes revistas poéticas españolas. Escribe en estos años los poemas titulados El silbo vulnerado e Imagen de tu huella, y el más conocido El Rayo que no cesa (1936). Tomó parte muy activa en la Guerra Civil española, y al terminar ésta intenta salir del país pero es detenido en la frontera con Portugal. Condenado a pena de muerte, se le conmuta por la de treinta años pero no llega a cumplirla porque muere de tuberculosis el 28 de marzo de 1942 en la prisión de Alicante.
Durante la guerra compone Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1938) con un estilo que se conoció como “poesía de guerra”. En la cárcel acabó Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941). En su obra se encuentran influencias de Garcilaso, Góngora, Quevedo y San Juan de la Cruz.
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