14 de diciembre de 2017

Una temporada para silbar

Una temporada para silbar

“No cocina, pero tampoco muerde”. Así comienza el anuncio en el que Rose Llewellyn, una viuda de “buenas costumbres y disposición excepcional”, se ofrece en el otoño de 1909 como ama de llaves; la frase capta de inmediato la atención de Oliver Milliron, un viudo con tres hijos y poca maña en las tareas domésticas, que la contrata para poner un poco de orden en su casa de Marias Coulee, Montana.

Y así comienza también la inolvidable temporada que Rose y su hermano Morris, un dandi sabelotodo, pasarán en este pueblo de granjeros. Cuando la maestra local se escapa con un predicador, Morris se verá obligado a aceptar su puesto; sus particulares métodos de enseñanza marcarán para siempre a los jóvenes alumnos de la escuela rural. Ni ellos ni la familia Milliron ni el pueblo de Marias Coulee volverán a ser los mismos tras la llegada de Rose y Morris.


Ivan Doig está considerado como uno de los mejores cronistas contemporáneos del Oeste americano, alumno aventajado de autores como Wallace Stegner o Norman Maclean. Una temporada para silbar es una de sus mejores novelas, fruto de su particular manera de entender la vida y la imponente naturaleza de Montana. 

Ivan Doig

Ivan Doig (White Sulphur Springs, EEUU, 1939 - Seattle, EEUU, 2015) nació en el seno de una familia de colonos y rancheros de origen escocés. Tras la prematura muerte de su madre fue criado por su padre y su abuela en diferentes ranchos del estado, pero sin abandonar nunca Montana, fuente constante de inspiración para la mayoría de sus novelas y ensayos. Graduado en Periodismo y en Historia, ejerció como granjero y trabajó en el Servicio Forestal antes de convertirse en editor y colaborador habitual de periódicos y revistas. 

En 1979 apareció su primera obra, This House of Sky: Landscapes of a Western Mind, un texto autobiográfico inspirado en sus años de juventud. Entre su producción destacan la Trilogía McCaskill,  Bucking the Sun (1996); Mountain Time (1999) y Una temporada para silbar (2006). Su prosa realista e íntimamente ligada a la historia, la naturaleza y el paisaje de su tierra natal lo ha encumbrado como uno de los mejores cronistas contemporáneos del Oeste americano, en la estela de autores de la talla de Wallace Stegner o Norman Maclean. 

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