30 de enero de 2018

Otra vuelta de tuerca

Otra vuelta de tuerca

Otra vuelta de tuerca está considerada la historia de fantasmas por antonomasia y un hito insoslayable en la historia de la literatura universal.
Henry James consigue trazar una imponente novela de suspense en la que lo natural y lo fantasmagórico se confunden en el misterio. Protagonizada por una joven institutriz al cuidado de dos niños en una mansión victoriana, a lo largo de la narración intervienen presencias y personajes tal vez sobrenaturales. La anterior institutriz y el sirviente murieron en extrañas circunstancias. ¿Cuál es el secreto que se oculta entre los muros de la mansión?

 ¿Qué puede hacer una institutriz, sola en un aislado caserón, para proteger a sus dos pupilos del lento acoso de los fantasmas? Nos hallamos ante uno de los mejores argumentos de la literatura moderna. Se ha dicho que encierra un aviso de la presencia del Mal más allá de toda imaginación, una refinadísima historia sobre los inconvenientes de la bondad, una metáfora de la escritura. Tal vez las interpretaciones sean infinitas. 

Henry James

(Nueva York, 1843 - Londres, 1916). Estudió en Nueva York, Londres, París y Ginebra, y en 1875 se estableció en Inglaterra. A los veinte años comenzó a publicar cuentos y artículos en revistas de su país. En sus primeras obras manifestó la influencia de la cultura europea, como en las escritas entre 1875 y 1881: Roderick Hudson (1876), El americano (1877), Daisy Miller (1879) y Retrato de una dama (1881). Esta última, sin duda una de sus obras maestras, es un análisis de los norteamericanos expatriados en Europa. 

Su narrativa en general se caracteriza por el ritmo lento y la descripción sutil de los personajes, más que por los propios acontecimientos, como en Los papeles de Aspern (1888) y Otra vuelta de tuerca (1898), que es para muchos la culminación de su obra. En la novela los hechos nunca asumen la gravedad esperada, rasgo propio del autor, que va dilatando la verdad por medio de una prosa morosa, revelando oblicuamente los motivos y conductas de sus personajes, con diálogos y observaciones minuciosas, técnica que siguió empleando en sus últimas creaciones: Las alas de la paloma (1902), Los embajadores (1903) y La copa dorada (1904).

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